Dichosos los que no han sentido, al menos una vez, mezclado con la rabia, el deseo de abandonar a sus padres, y a sus hermanos, y a su pareja, y a sus hijos. Dichosos los que no han sentido jamás el deseo de comenzar de nuevo, desde cero, a construir el mundo, para levantarlo correctamente, a imagen de algún ideal...
¿Quién en su sano juicio quisiera renunciar a la compañía de las demás personas, y a las comodidades de la vida moderna? Si morir es quedarse solo, como se ha dicho, ¿quién quiere morir en vida? Y sin embargo quisiéramos saber cómo sería nuestra existencia al margen de los influjos, exigencias, ventajas, afectos y molestias que necesariamente nos trae vivir en compañía de nuestro semejantes.
Pablo Boullosa.

domingo, 6 de febrero de 2011

Aunque no recuerdo que es verte a los ojos pensando en nada...

Cuando tengamos que volver a vernos, recuerdame un día antes:
  • Aflojar mis piernas, volverlas débiles para que al verte a distancia y quiera correr lo más rápido que pueda hacia tí mis piernas no respondan y esta idea se quede sólo en eso.
  • Cortar mis brazos; para que al tenerte enfrente no tenga la posibilidad de envolverte en ellos, sentir los tuyos
  • ¡Los ojos! También es importante dejarlos en casa para que no aprecien lo que tanto me gustaba, que no se atrevan a volver a sonreir con tan sólo tu mirar, tus ojos sonriendole a los míos, diciendo tanto, haciendo nada.
  • También mis labios, sobre todo ellos que no vallan, ¡No saben comportarse! Son los más rebeldes de mí. Ellos saben perfectamente que quieren los tuyos, tocarlos, sentirlos y todo esto que trato todos los días apagar cada vez más...
  • ¡Mi nariz! Ojalá tampoco pueda ir, a ella le gustaba tanto olerte y llenar mis pulmones de tu olor y llenarlos de vida... Aunque yo prefiera que no volver hacerlo.
  • Y, si es posible tampoco llevar mis oídos ese día, esa voz que enmudece al más ruidoso, que entorpece al más concentrado, que tranquiliza la incertidumbre, que logra el temblor de mis piernas y en mi corazón.
Bien, es preciso no citarme, si voy no que se qué tanto y cuánto pueda resistir. Estoy bien sin tí o eso me hago creer.
(Sin fecha).

viernes, 24 de diciembre de 2010

Waiting for a miracle

-Podría ser- Se repetía esperanzado aunque la razón se sentaba a lado de él con un anuncio gigante que decía: "Sabes que no es, ni lo séra".
Había amanecido nublado, con un viento rápido, helado, constante y él sólo contemplaba desde la ventana de su cocina el movimiento de las plantas mientras tomaba su café matutino descubriendo para sí mismo que la esperanza había muerto unos días antes, que la paciencia había terminado; se trataba del suicidio de la espera la cual se había hecho a la idea de que, en este mundo, había sido un fracaso total. Se daba cuenta que aunque esperara, aunque tuviera paciencia no La recuperaría con tanto ruido ensordecedor, con las malas compañías, ella no haría que terminara y él... Ya lo había intentado, callar el ruido y sin embargo aquél precioso silencio duro tan poco. Se condenaba segundo a segundo a vivir sin ella.
Se hacía tarde por lo que decidió abandonar sus pensamientos, tomar todo el café que cupiera en un trago, abrazó sus cosas y salió en un trote pareciendo que huía de algo, en este caso de él mismo.
Gente riendo, gritando su felicidad pero con sus ojos vacíos, parejas tomadas de la mano sin sentir la magia de tomar a tu ser amado de la mano, caminando e intentando hacerse a la idea de que en verdad existe amor y no la cruel realidad de que estan juntos "para no estar solos", ver en sus caras sin duda que no se aman. ¿Cuántas veces vemos en realidad dos mitades unidas?... Suspiraba al reflexionar sobre esto, se había cansado de buscar y de fracasar, de fingir como todos ellos o de creer ir caminando con su mitad y perderla meses después; no quería creer más, dejar descansar a su corazón cansado de odiar, asqueado de amar personas que no lo valoraban.
Había tomado el primer taxi que vio, le pidió que lo dirigiera a las afueras de la ciudad, vería ahí a un cliente, con el cual cerraría un trato muy importante para su carrera profesional, un logro, una gran felicidad capaz de compartirse, el problema era que no tenía con quién; le daba tanta importancia a tal proyecto que todo lo demás lo había dejado para después, importancia secundaria que cuando tuviera el tiempo volteraría y vería como resolverlo. Demasiado ocupado para pensar siquiera en ella y sin embargo, ya con este simple pensamiento, pensaba ya en ella.
(Escrito 101210)